El contraataque de Zambra
Por Paz Arrese
Revista Qué Pasa, 17 de Noviembre de 2006
A su alrededor, todo parece en orden. Sin embargo, él fuma como si el mundo estuviera a punto de caerse sobre sus hombros. Cada cigarro que prende parece ir a la par con las palabras que salen sin tregua de su boca. O que, más bien, expulsa con urgencia. Con esa misma premura que lo tiene hoy afinando los últimos detalles de "La vida privada de los árboles", su segunda y esperada novela, que será publicada en marzo por editorial Anagrama. Alejandro Zambra (31) entró a la literatura por la puerta grande y todo parece indicar que traspasó el umbral para quedarse.
A su alrededor, todo parece en orden. Sin embargo, él fuma como si el mundo estuviera a punto de caerse sobre sus hombros. Cada cigarro que prende parece ir a la par con las palabras que salen sin tregua de su boca. O que, más bien, expulsa con urgencia. Con esa misma premura que lo tiene hoy afinando los últimos detalles de "La vida privada de los árboles", su segunda y esperada novela, que será publicada en marzo por editorial Anagrama. Alejandro Zambra (31) entró a la literatura por la puerta grande y todo parece indicar que traspasó el umbral para quedarse.
Razones hay para tanta velocidad. Porque el 2007 no sólo será época de nuevas publicaciones para el autor. A su ya abultada agenda -que incluye clases en la Universidad Diego Portales y columnas en diversos medios- habrá que agregar un par de cosas más. Tal como explica desde Barcelona su editor Jorge Herralde: "Bonsái", la novela que Zambra publicó a comienzos de este año, será lanzada en Francia por Rivages -el mismo sello que publica a Javier Marías-, y en Italia por Neri Pozza. "Y varias editoriales alemanas y holandesas están estudiando seriamente su publicación", agrega Herralde.Pero en privado, Zambra sigue moviéndose con la misma parsimonia de siempre. Sabe, eso sí, que muchos esperan con expectación su segunda novela. "Cuando publicas un segundo libro, éste se relaciona con el primero, independientemente de la figura del autor, y entonces uno queda por fin libre", explica. Zambra habla sentado en una de las sillas de su reducido estudio, una especie de cuarto de atrás -pintando de azul y con una incipiente biblioteca-al cual se llega sólo con la venia de los cinco gatos y los dos perros que vigilan su entrada. No se mide en palabras cuando se refiere a las historias incluidas en sus dos novelas. Pero para llegar ahí, hay que pasar antes por otros capítulos de su vida.
Mateo del curso
A comienzos de los 80, poco sabía de letras y mucho menos de poesía. Tal como él mismo cuenta, creció en una familia sin biblioteca, en donde el lenguaje de la televisión era prácticamente lo único que se conocía. Vivió en una casa pareada, en alguna de las tantas villas de Maipú, donde la homogeneización parecía tragárselo todo. A él nada se lo tragó y a los 12 años un mundo nuevo se presentó a sus ojos. Entró a estudiar al Instituto Nacional y fue entonces cuando vio por primera vez paredes rayadas con frases políticas, cuando sintió como nunca antes el olor a bombas lacrimógenas, cuando se dio cuenta que había compañeros que de pronto desaparecían para no volver jamás.
La burbuja se había roto para siempre. Pero aún faltaban hallazgos por descubrir. La biblioteca del colegio fue uno de ellos. La calle San Diego y sus tiendas de libros usados, otro. "El descubrimiento de la poesía, de hecho, fue muy importante, porque presentaba un lenguaje totalmente distinto al que yo conocía", recuerda. Fue por aquellos años también cuando escribió sus primeros versos. Salió del colegio y entró a estudiar Literatura en la Universidad de Chile. Ingresó a talleres de poesía. Leyó a Celan, a Henry Miller, a Enrique Lihn y quién sabe a cuántos más. Se hizo amigo de poetas como Kurt Folch, con quien adquirió la costumbre de llamarse a altas horas de la noche para comentar los textos que escribían.
El 2001 viajó a España, donde estuvo un año estudiando un posgrado en Literatura. A su regreso, era otro de los tantos estudiantes de humanidades sin trabajo. Claro que él era el chico mateo del curso y eso ya le había granjeado cierta fama. Se puso a buscar trabajo y llegó a Las Últimas Noticias. Andrés Braithwaite, el editor de cultura, lo entrevistó y enganchó de inmediato. Desde aquel minuto, se instaló con una columna de crítica semanal que le haría ganar más de alguna enemistad. Vendrían luego medios como The Clinic y El Mercurio, a los que llegó, según él, sencillamente porque necesitaba trabajar. "Es que no creo en eso de los padrinos, salvo claro en mi padrino real, Roberto Aguilera. Braithwaite, por ejemplo, recién cuando llevaba un año escribiendo me preguntó qué había estudiado".
Y aunque hace tiempo abandonó la crítica literaria, nunca abdicó con la lectura de poesía. Es de hecho una de las cosas que más disfruta tras haber dejado de ser formalmente un crítico. "Puedo releer lo que sea, y leerlo mal si quiero. Es como ese chiste en donde un gallego dice que vio una película dos veces, pero la segunda no la entendió". Tampoco abandonó la escritura y, entremedio, publicó dos libros de poesía: "Bahía inútil" (1998) y "Mudanza" (2003), pero siempre en editoriales pequeñas, porque el gran salto a la prosa y a Anagrama estaba aún por darse.
El bonsái
"El manuscrito de 'Bonsái' de Zambra llegó a Anagrama sin previo aviso, como de incógnito después de un largo trayecto, posiblemente marítimo. Tras pasar la consabida (y severa) criba, llegó a mis manos y me pareció excelente, sumamente original y de una calidad literaria indudable", explica Jorge Herralde.
"Bonsái" es, según su autor, "una historia liviana que se pone pesada". Cuenta las vidas mínimas de personajes como Emilia, quien desaparece un día misteriosamente, y de Julio, su novio, un escritor condenado al fracaso y la repetición, que prefiere dedicarse al cuidado de un bonsái, antes de escribir. En la novela, las cosas quedan claras desde el primer párrafo: "Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura".
Tras su lanzamiento, en marzo del 2006, el libro fue recibido con la venia de la crítica. Juan Manuel Vial llegó a decir, por ejemplo, que era una novela espléndida, una "obra definitiva, como pocas". Pero provocó escozor en el mundillo literario chileno. A algunos no les cayó bien que una novela tan breve (94 páginas) tuviera tamañas críticas. "Jaime Collyer dijo en esta revista, que el 'Bonsái' no era una novela; si Jaime tiene razón, entonces 'La vida privada de los árboles' vendría a ser mi primera novela", rememora Zambra.
"Por momentos sentí que debía defenderme, pero tampoco tenía muy claro de qué. Es temprano para evaluar y de seguro innecesario", dice. De todas formas, piensa que hubo cosas rescatables. "Sergio Gómez, por ejemplo, dijo que el "Bonsái" era sensiblero; y María José Viera Gallo, que yo no mostraba mi alma. Me parece bien que no haya unanimidad, que es siempre sospechosa". Zambra se toma hoy las críticas con humor: "Alguien escribió que el 'Bonsái' era una ¿novela?, así entre signos de interrogación, y eso me pareció muy bien, porque la novela es un espacio donde las reglas son súper difusas. Otra pregunta que me hicieron hace poco es si yo creía que podía llegar a ser realmente un escritor de NOVELAS. Y yo pensaba que sí, por qué no".
Escritor de domingo
Ante ese cuestionamiento, no le quedó más que asumir la realidad. Alejandro Zambra se convertía sorpresivamente en todo un escritor de novelas. Porque justo cuando "Bonsái" estaba en el ojo del huracán, él ya tenía el comienzo de su nueva historia. Al principio partió como un cuento, pero muy luego se fue transformando en la novela que ahora saca con temor de su mochila. "Puedes mirarla", dice con cierta desconfianza y la entrega como si fuera una piedra preciosa. Imposible no ir directo a la última hoja y ver el número en la parte inferior: 120 páginas. Ni más ni menos. "Superé la barrera sicológica de las cien páginas. Con el "Bonsái" apenas llegabas al túnel Lo Prado. Con 'La vida privada de los árboles' pasas el túnel Zapata y tal vez el libro dure hasta Valparaíso", dice con ese humor que extraña a quienes lo conocen por primera vez.
El título lo tomó de un poema de su amigo Andrés Anwandter: "Como la vida privada de los árboles/ o de los náufragos". "En buena medida, la novela obedece a las ganas de robarle ese verso a Andrés. Y también creo que tiene su origen en los 'Wrapped trees', de Christo y Jeanne Claude, esas imágenes bellas y terribles de árboles envueltos, encerrados", explica. El título, por lo demás, cae nuevamente en la temática vegetal, presente en su primera novela. "A lo mejor, he intentado hacer lo que dice esa canción medieval: 'Y si no sabes el nombre de los árboles, te los inventas'. Es que el 'Bonsái' y 'La vida privada de los árboles' son libros hermanastros", explica. Y pese a todo pronóstico, apenas hay un par de plantas en su jardín.
La novela, cuenta Zambra, ocurre en una noche larga. "Julián le cuenta historias sobre la vida de los árboles a Daniela, su hijastra, mientras espera la llegada de Verónica, su mujer. Pero Verónica tarda inexplicablemente". Y agrega: "El protagonista es, de hecho, la persona que escribió el 'Bonsái' y el día en que ocurre todo esto él acaba de terminar el libro, pero le parece que debió haber escrito otra cosa". Zambra, tal como el personaje de su libro, escribió la novela en unos cuantos fines de semana. Según él, porque es sólo entonces cuando tiene tiempo para escribir. "En la novela el protagonista se define como un escritor de domingo. Julián, en todo caso, es un tipo que escribe, pero no sabe muy bien a dónde va".
Pero Zambra, aunque también sea un escritor de domingo, sí tiene claridad hacia donde dirigir sus pasos. "Sé que hay una novela que me gustaría escribir y es la novela del año 1984, el año de las olimpiadas de Los Angeles. Me interesaría contar lo que veía un niño frente al televisor. Lo que sabía, y lo que no sabía. Pienso que es una novela muy difícil de escribir y no sé si seré capaz de hacerlo". Quién sabe si realmente lo logre. Lo más probable, sin embargo, es que así sea. "Estoy convencido de que 'La vida privada de los árboles' resistirá gallardamente el severo escrutinio al que se somete regularmente una segunda novela, tras un debut exitoso. Y pronto, estoy seguro, habrá una tercera. Si no me equivoco, el autor tiene cuerda para rato", concluye Herralde. Y mientras Zambra sigue hablando con pasión de esa novela que aún no escribe, las palabras del editor español suenan como un fuerte eco de fondo.
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